"Desde los griegos, la democracia es el sistema ideal o el peor de todos, con excepción de todos los demás, como dijo Churchill". Así empieza un artículo que aparece publicado en El País del 11 de diciembre de 2017, titulado "La agonía democrática" y firmado por Antonio Navalón. Todos estos "progres" que repiten tal cosa o son unos ignorantes manifiestos o de lo único que tienen ganas es de engañar. En cualquiera de los dos casos ambos comportamientos son deplorables. Efectivamente ¿qué "democracia" era aquella? Pues era una "democracia" para los ciudadanos libres, pues los esclavos no eran personas, eran objetos y para ellos la democracia no existía. Es decir, Navalón y todos los que como él insisten en propagar esta tontería de la democracia griega, están abalando a una democracia sustentada en una sociedad esclavista, en la que los ciudadanos vivían a costa del trabajo de los esclavos. No está mal. Y la "genialidad" de Churchill, también repetida hasta la saciedad por toda esa gentuza burguesa, no es otra cosa que decir que la democracia, esta vez "burguesa", no esclavista, es la "democracia" por excelencia, ya que todo lo demás, por ejemplo, una "democracia socialista" no merece ser considerada como "democracia". Por tanto, ni aquello era "democracia", por lo menos para los esclavos, ni esto tampoco, por lo menos para la clase trabajadora, para los dominados, en general. Pero, claro, como para estos "progres", todos ellos, obviamente, de "izquierdas" ¡faltaba más! "democracia" es igual a "democracia burguesa-capitalista", pues es lógico que llamen "democracia" a sociedades basadas en la existencia de la explotación: en el caso de la griega, de esclavos y en el de la capitalista, de los trabajadores.
Acto seguido, nos regala la siguiente "perla": "La voluntad popular está por encima de cualquier otra consideración". Tiene razón. Para el capitalismo, la voluntad popular tiene su importancia, pues desde que existe como sistema político se toma muchas molestias por tenerla controlada. Así, la historia nos demuestra como, a través de la educación, la cultura, el control de la vida misma, se ha ido doblegando poco a poco esa voluntad popular hasta lograr hacer desaparecer de ella cualquier voluntad de acabar con el capitalismo. Y, así vemos como todos los partidos socialistas y comunistas, al igual que los sindicatos llamados de clase, desde el siglo XIX hasta hoy, han ido abjurando de sus principios revolucionarios. Esta es la "consideración" que le merece al capitalismo la voluntad popular: hacer todo lo que está en su mano para troquelarla, para diluirla, para dejarla en una mera voluntad adocenada incapaz de darse cuenta del sistema de explotación en el que vive inmersa. Pero, obviamente, Antonio Navalón, a la vista del contexto en el que esta dicha esta su genialidad, no se refiere al tipo de "consideración" al que yo me refiero, sino que él se cree de verdad (o hace que se lo cree, pues vive de ello) que el poder, el capital, tiene en cuenta a la voluntad popular tal y como esta es manifestada en un sistema de democracia burguesa: en las elecciones cada equis número de años. Pero en realidad en esas elecciones lo único que se elige es a quién va administrar el capitalismo durante la siguiente legislatura, pues en una democracia "burguesa", como en la "esclavista", no se pone en tela de juicio la sociedad burguesa-capitalista o esclavista en la que esas "democracias" descansan.
Más adelante nos espeta: "La democracia era la certeza de poner límites a la sinrazón de cada uno. Pero ahora esa sinrazón, más la ausencia de fe en el futuro, puede desencadenar perfectamente, tanto en el imperio del Norte como en el resto de las democracias, el mismo efecto que si damos a un mono dos pistolas: ser completamente peligroso e impredecible". ¿Cuál es esa "sinrazón"? En todo caso, lo que se ve es que a Antonio no parece inquietarle la "sinrazón" de una "democracia" que se apoya en una sociedad esclavista o la de otra que se basa en la explotación de los trabajadores por los burgueses-capitalistas. Y en cuanto a la "ausencia de fe en el futuro", es evidente que tiene razón. Más de ciento cincuenta años teniendo en una "consideración" fuera de dudas a la voluntad popular han hecho que esta, entendida, obviamente, desde el punto de vista de la lucha de clases, haya desaparecido. Pero esa ausencia de fe no supone ningún peligro, sino que es el perfecto caldo de cultivo para que el capital siga aumentado el nivel de explotación de los grupos sociales (trabajadores, parados, pensionistas, dominados en general) sobre los que está encaramado.
Comentarios
Publicar un comentario